De regalo un gráfico en el que se muestra el peso de los valores bancarios en varios países de la OCDE en relación a su PIB (en miles de millones de dólares).
Podemos ver como los valores bancarios en Luxemburgo superan el PIB de un país como Australia. Los valores en España, Suiza y Países Bajos superan el PIB alemán, tercera economía a nivel mundial. En la pequeña Irlanda los valores financieros superan el PIB de Canadá, novena economía. Por último sorprende que en Reino Unido, Alemania y Francia los valores bancarios suponen más de la mitad del PIB de los EEUU. Este gráfico muestra la todavia muy vulnerable situación de las economías occidentales a los vaivenes de los mercados financieros.
Desde el 20 de febrero de 2011 se han celebrado elecciones en cuatro regiones de Alemania. A través del análisis de los resultados de estas elecciones podemos obtener un diagnóstico de la situación actual de la política alemana. La estabilidad del gobierno de la Canciller Angela Merkel, formado por la coalición de su partido, el conservador CDU (Christlich Demokratische Union Deutschlands), y por los liberales del FDP (Freie Demokratische Partei) dependerá de los resultados cosechados en cada una de las elecciones en los länder (estados federales). En la oposición se sitúan tres partidos de izquierda y centro-izquierda; el socialdemócrata SPD (Sozilademokratische Partei Deutschlands), los Verdes (Grünen) y los socialistas de Die Linke (la izquierda). Tradicionalmente el país ha estado gobernado bien por el CDU o por el SPD, los dos partidos mayoritarios. Desde 1998 hasta 2005 gobernó el SPD del Canciller Gerhard Schröder junto a los Verdes. En 2005 ganó las elecciones la CDU de Angela Merkel, quien gobernó gracias a una gran coalición entre su partido y el SPD. A partir de 2009 la CDU gobierna con el minoritario FDP.
Hamburgo
% votos 2011
% votos 2008
Escaños 2011
Escaños 2008
SPD
48,4%
34,1%
62
45
CDU
21,9%
42,6%
28
56
Grünen
11,2%
9,6%
14
12
FDP
6,7%
4,8%
9
0
Die Linke
6,4%
6,4%
8
8
Otros
5,5%
2,5%
0
0
El 20 de febrero se celebró la primera de las 7 elecciones regionales que hasta septiembre de 2011 marcarán la actualidad política alemana. El gobierno de la ciudad Estado de Hamburgo se vio obligado a convocar elecciones anticipadas debido al fin de la coalición entre la CDU y los Verdes, en el poder desde 2008. Las elecciones de 2011 han supuesto un gran batacazo para la CDU que ha perdido la mitad de su electorado en tan sólo 2 años, pasando del 42,6% al 21,9% de los votos. Con el peor resultado de su historia en Hamburgo los conservadores pierden el gobierno de la ciudad que detentaban desde 2004. El gran beneficiado ha sido el SPD que gracias a su aplastante resultado podrá gobernar en solitario.
Olaf Scholz
Los Verdes, a pesar de haber formado parte del anterior gobierno con la CDU no han sido penalizados e incluso han logrado dos diputados más. El FDP ha logrado volver a la Asamblea de Hamburgo tras 10 años al obtener más del 5% de los votos, barrera mínima para lograr representación. El impopular alcalde de Hamburgo, Christoph Ahlhaus cederá el gobierno de la ciudad al socialdemócrata Olaf Scholz, miembro prominente del SPD y ex-ministro de Trabajo y Asuntos Sociales.
Saxony-Anhalt
% votos 2011
% votos 2006
Escaños 2011
Escaños 2006
CDU
32,5%
36,2%
41
40
Die Linke
23,7%
24,1%
29
26
SPD
21,5%
21,4%
26
24
Grünen
7,1%
3,6%
9
0
NDP
4,6%
3,0%
0
0
FDP
3,8%
6,7%
0
7
Otros
6,8%
5,0%
0
0
El 20 de marzo era el turno de Saxony-Anhalt de celebrar elecciones. La región ha estado gobernada por una gran coalición entre la CDU y el SPD. Los resultados no han ofrecido grandes cambios políticos. Los tres partidos mayoritarios pierden votos pero se mantienen como principales fuerzas políticas. Los Verdes logran doblar sus votos y por primera vez desde 1995 vuelven a entrar en el parlamento regional. El NDP, surgido de la unión de varios partidos neonazis y de extrema derecha se queda a las puertas de lograr representación parlamentaria al no sobrepasar la barrera mínima del 5% de los votos. Por último el FDP, socio minoritario del gobierno de coalición de Merkel a nivel nacional, pierde todos sus representantes al quedarse con el 3,8% de los votos. La CDU seguirá gobernando la región en coalición con el SPD, gracias a la aversión de los socialdemócratas a gobernar con los socialistas de Die Linke a pesar de que ambos partidos se sitúan a la izquierda del espectro político.
Rheinland-Pfälz
% votos 2011
% votos 2006
Escaños 2011
Escaños 2006
SPD
35,7%
45,6%
42
53
CDU
35,2%
32,8%
41
38
Grünen
15,4%
4,6%
18
0
FDP
4,2%
8,0%
0
10
Die Linke
3,0%
2,5%
0
0
Otros
8,1%
6,5%
0
0
El 27 de marzo se han celebrado las elecciones en los länder de Rheinland Pfälz y Baden-Württemberg. En Rheinland-Pfälz el SPD, liderado por Kurt Beck, se ha mantenido a duras penas como primer partido aunque ha perdido casi 10 puntos, lo que supone una auténtica fuga de votos. La CDU no ha conseguido aprovecharse de la situación y con el 35,2% de los votos sigue siendo el segundo partido más votado. Los liberales del FDP han perdido la mitad de su electorado y se quedan sin representación por primera vez desde 1983.
Kurt Beck
La sorpresa la han dado los Verdes que pasan del 4,6% al 15,4% de los votos, colocándose como tercera fuerza política y logrando su mejor resultado en la región. Die Linke, surgida en 2007 de la unión del ala izquierda del SPD y los post-comunistas de Alemania Oriental, sigue sin lograr desempeñar un papel político relevante en las regiones occidentales. El presidente de Rheinland-Pfälz seguirá siendo Kurt Beck a pesar de la gran pérdida de votos, gracias a que contará con los Verdes para formar un gobierno de coalición. Beck gobierna la región desde 1994 y es uno de los pesos pesados del SPD, habiendo ocupado la Secretaría General del partido entre 2006 y 2008.
Baden-Württemberg
% votos 2011
% votos 2006
Escaños 2011
Escaños 2006
CDU
39,0%
44,2%
60
69
Grünen
24,2%
11,7%
36
17
SPD
23,1%
25,2%
35
38
FDP
5,3%
10,7%
7
15
Die Linke
2,8%
3,1%
0
0
Otros
5,6%
5,1%
0
0
En las elecciones de Baden-Württemberg, también celebradas el 27 de marzo, se han repetido las mismas tendencias que en Rheinland-Pfalz. El partido gobernante, en este caso la CDU, pierde 5 puntos. Los Verdes logran colocarse como segunda fuerza política por primera vez en la historia de la región con el 24,2% de los votos. Los Verdes se benefician de su política antinuclear, cuya popularidad entre la población se disparó con los incidentes de Fukushima, y por su oposición al costoso proyecto ferroviario Sttutgart 21. El SPD, incapaz de canalizar la frustración popular con el gobierno del conservador Stefan Mappus pierde tres diputados.
Winfried Kretschmann
El FDP pierde la mitad de los votos y 8 de sus 15 diputados. Die Linke fracasa en su intento por lograr representación parlamentaria. En resumen, la CDU pierde el poder en una de las regiones más ricas e importantes de Alemania, Baden-Württemberg, por primera vez desde la segunda guerra mundial. Los Verdes, liderados por Winfried Kretschmann y en coalición con el SPD, gobernarán por primera vez una región alemana.
Para la CDU, partido liderado por la Canciller Angela Merkel, las cuatro elecciones regionales han demostrado la falta de apoyo social entre la población alemana al proyecto conservador. En Hamburgo y Baden-Württemberg han perdido el gobierno, en esta última región por primera vez en su historia. Los conservadores tampoco han conseguido expulsar del poder a Kurt Beck en Rheinland-Pfälz, región que hasta los años 90 había sido un feudo imbatible de la CDU. A pesar de todo la CDU sigue siendo el principal partido alemán y la unidad interna en torno a Merkel sigue siendo casi unánime principalmente por la falta de personalidades que le puedan hacer sombra. Al contrario que el ex-canciller socialdemócrata Schröder, que convocó elecciones generales tras perder el feudo regional de North Rhine-Westphalia, Merkel no parece dispuesta a seguir su ejemplo tras perder el feudo conservador de Baden-Württemberg. Pero la Canciller ha sido una de las principales culpables de la debacle electoral de su partido. Su sorprendente postura anti-nuclear y su abstención en la ONU en la votación sobre la zona de exclusión aérea en Libia, han irritado aún más al electorado. Merkel se perfila de cara a la opinión pública como una política sólo interesada en las victorias electorales y cuyas decisiones dependen del estado de las encuestas. La pérdida de poder en los länder de la CDU se ha traducido en el control del Bundesrat, Cámara de representación territorial con un importante poder legislativo, por parte de la oposición.
El SPD, principal partido de la oposición, ha visto como en algunas regiones está pasando a ser la segunda opción desde la izquierda. Si en los länder orientales como Saxony-Anhalt, los socialistas de Die Linke se sitúan por encima de los socialdemócratas, ahora en las regiones occidentales son los Verdes los que sustituyen al SPD como principal alternativa de izquierdas. Pero los socialdemócratas siguen jugando un papel decisivo en muchas regiones alemanas, demostrado por la clamorosa victoria en Hamburgo con el 48,4% de los votos y por la ajustada victoria en Rheinland-Pfälz tras 20 años de gobierno. A nivel nacional, el SPD sigue siendo la única alternativa a Angela Merkel en la Cancillería, pero deberán contar con Los Verdes. La tradicional oposición del SPD a gobernar con Die Linke, cofundada por el histórico Oskar Lafontaine gobernador del Sarre y secretario general de los socialdemócratas entre 1995 a 1999, puede cambiar debido a la pérdida del electorado centrista en favor de los Verdes.
Los protagonistas de las elecciones regionales de este año 2011 han sido sin duda los verdes (Grünen). Si en Hamburgo sobrevivían a su anterior colaboración con los conservadores y lograban incluso aumentar sus votos, en el resto de regiones se han colocado como actores políticos de primer nivel. En Saxony-Anhalt y Rheinland-Pfälz lograban volver a tener representación con el 7,1% y 15,4% de los votos. En Baden-Württemberg, aupados en parte por el fenómeno anti-nuclear desatado por el desastre de Fukushima, los Verdes han logrado ser el segundo partido más votado y pasar a gobernar la región gracias a la suma de sus votos con los del SPD. De cara a unas elecciones generales, los Verdes serían clave a la hora de formar gobierno, ya que tanto el SPD como la CDU estarían dispuestos a formar una coalición con ellos.
El mayor perjudicado en las elecciones regionales ha sido el FDP. Liderados por el impopular Ministro de Asuntos Exteriores Guido Westerwelle, los liberales son socios del gobierno de Merkel desde que en las elecciones de 2009 obtuvieran el mejor resultado de su historia, un 14,6% de los votos. Pero la luna de miel de la población alemana con el FDP ha terminado abruptamente. En 3 de las 4 elecciones regionales celebradas los liberales han sufrido un descalabro. En dos de ella, Saxony-Anhalt y Rheinland-Pfälz, el FDP ha perdido todos sus representantes por no superar la barrera del 5%. Los pésimos resultados de los liberales pueden provocar la salida de estos del gobierno de Merkel, empujando a la Canciller a buscar nuevos socios o a convocar elecciones anticipadas. Sea cual sea la evolución de los acontecimientos, los liberales se encuentran ante la mayor crisis de su historia.
Die Linke 4 años después de su fundación sigue enfrentada al mismo problema. Por un lado en los länder de Alemania Oriental, que hasta 1991 formaban la República Democrática Alemana, Die Linke logra situarse como segunda fuerza política. En cambio en las regiones occidentales su implantación está siendo muy lenta e irregular. A excepción de la región del Sarre, Die Linke no ha logrado superar el 8,4% de los votos en ninguna región de la antigua Alemania Occidental. Además la negativa del SPD a formar gobiernos con Die Linke mantiene fuera del gobierno de las länder orientales a los socialistas a pesar de sus importantes resultados electorales; del 16,8% en Mecklemburg-Vorpommern al 27,4% en Turingia.
La Canciller Angela Merkel
En conclusión si bien las elecciones regionales no pueden ser ejemplo para unos resultados a nivel estatal, sí que se apuntan tendencias políticas importantes. La CDU va perdiendo apoyo electoral aunque sigue siendo el partido más votado. El SPD deja de ser la única alternativa de centro-izquierda aunque sigue teniendo un gran peso en regiones clave. Los Verdes logran ocupar un gran espacio en el centro del espectro político situándose como tercer gran partido a nivel nacional. El FDP deja de ser el tercer mayor partido y pueden poner en peligro el gobierno de Merkel. Por último los socialistas de Die Linke pueden beneficiarse de un cambio de estrategia del SPD ante el auge de Los Verdes y comenzar a formar coaliciones regionales con los socialdemócratas.
La caída del gobierno portugués ha desencadenado una serie de acontecimientos que amenazan con tambalear, una vez más, la eurozona. El rechazo de los partidos situados a la derecha y a la izquierda del gobernante Partido Socialista del paquete de austeridad presentado por el primer ministro José Sócrates ha obligado a éste a presentar su dimisión. La primera consecuencia será la convocatoria de elecciones legislativas en Portugal, probablemente para principios de junio. La segunda consecuencia: Portugal será intervenido por el FMI, tal y como ya ocurrió con Grecia e Irlanda, debido al alto déficit presupuestario y a la incapacidad del gobierno por controlar la muy deteriorada economía lusa. El “rescate” supondrá un mayor deterioro de la situación socioeconómica de Portugal tal y cómo ha ocurrido en los otros dos países intervenidos. Medidas draconianas centradas en el recorte del gasto público, auspiciadas y defendidas por la Alemania merkeliana, se cebarán con las capas más débiles de la sociedad portuguesa, todo por garantizar la estabilidad de los sacrosantons mercados internacionales. Ente teórica que por encima de toda ideología política y/o interés corporativo garantiza la libertad fundamental a poder ser rico. Pero los resultados de las elecciones del domingo 27 de marzo en dos importantes regiones de Alemania, Baden-Württemberg y Rheinland-Pfälz pueden cambiar la ecuación. Los malos resultados del partido de la Canciller Merkel, la CDU, y el hundimiento electoral del FDP, el partido liberal socio en el gobierno federal, puede suponer la convocatoria de elecciones anticipadas. La mayoría de sondeos electorales apuntan a una victoria del SPD y Los Verdes en unas eventuales elecciones federales. Con Merkel fuera de la cancillería y una coalición de socialdemócratas y verdes gobernando en Berlín, las reglas de juego pueden cambiar sensiblemente en Europa. Todo dependerá de si la coalición CDU-FDP aguantará la debacle electoral de las elecciones en los länder de Baden-Württemberg y Rheinland-Pfälz.
En Libia la coalición internacional, a pesar de los aparentes éxitos en el campo militar, ha sufrido una semana de gran tensión diplomática. Mientras que Italia, Noruega o el Reino Unido han defendido la idea de traspasar el mando de las operaciones a la OTAN, Francia se ha mantenido en contra argumentando el daño simbólico que esto produciría en el mundo árabe. La administración Obama se ha ido distanciando de las operaciones y ha delegado el delicado asunto en manos de los europeos. Al final las tesis de los defensores de una mayor presencia de la OTAN en Libia han triunfado y la organización finalmente se hará cargo de la operación militar. Los encontronazos diplomáticos entre los países que participan en el bloqueo aéreo de Libia son una muestra más de la débil fundamentación de la nueva coalición de voluntades tan cacareada por Sarkozy. La defensa de los rebeldes frente a los ejércitos de Gaddafi es ya de por sí razón suficiente para intervenir, pero no de la forma que ha ocurrido. No sólo la operación se ha retardado sospechosamente hasta que los rebeldes se hallaban en las últimas, sino que se han cometido una serie de errores que traerán desastrosas consecuencias, como por ejemplo no prever el estancamiento del conflicto a pesar de la zona de exclusión aérea. Si bien la comunidad internacional se encontraba con pocas alternativas ante el firme avance militar de Gaddafi hacia Bengazi, la formación de una alianza de países cuyo interés real está más orientado hacia las calles de París, Madrid o Roma que en las de Misratah o Trípoli no promete un futuro éxito de la campaña. Los países implicados forman una “coalición de los desesperados”: Sarkozy “goza” de una popularidad del 20% y en las elecciones cantonales francesas su partido ha logrado un 19,7% de los votos, muy por debajo de los socialistas, el primer ministro británico Cameron se enfrenta a protestas masivas en las calles de Londres por sus políticas de recortes, el gobierno del primer ministro canadiense Stephen Harper ha sido tumbado en el Parlamento y se enfrenta a elecciones anticipadas, Zapatero se enfrenta en Mayo a elecciones autonómicas y municipales con las encuestas en contra, por último Berlusconi pasa por su peor momento político y es probable que se vea obligado a convocar elecciones anticipadas en breve. La búsqueda de una mayor popularidad gracias a una campaña militar exitosa ha unido a estos jefes de gobierno. Pero conforme la guerra vaya ganado impopularidad en sus respectivos países, el compromiso de estos líderes será cada vez más débil, lo que puede traer consecuencias muy graves para la estabilización de Libia.
La ola revolucionaria árabe, ya apadrinada por los medios como “primavera árabe”, ha encontrado ya su próxima víctima. Siria se une a Libia, Yemen y Bahrein como campos de batalla de los pueblos contra los autócratas que los gobiernan. Siria, gobernada férreamente por la dinastía de los Assad, es junto a Libia y Arabía Saudí el régimen más represivo de Oriente Medio. A pesar del anuncio del presidente Bachar el Assad de una reforma política, Siria corre el riesgo de seguir el camino de Libia. Una Siria desestabilizada puede traer consecuencias desastrosas para la región sobre todo para Líbano, Israel e Irak, zonas ya de por sí muy problemáticas. En el contexto diplomático de la región Damasco es un aliado de Irán pero también goza de buenas relaciones con Arabia Saudí y en general con los países europeos. EEUU en cambio ha considerado a Siria como un régimen enemigo patrocinador del terrorismo, aunque las relaciones se han distendido durante los últimos años. Mientras que en Bahrein Arabia Saudí ha podido aplacar las revueltas contra la monarquía de los al Khalifa, en su flanco sur, Yemen, la escalada de las revueltas amenaza con desestabilizar el conjunto de la península arábiga. El presidente yemení, Alí Abdullah Saleh, acorralado por los manifestantes y por el rechazo de parte del ejército y de los líderes tribales, parece que finalmente cederá a las presiones y abandonará la presidencia. Aunque desde el lunes 21 ha emitido mensajes contradictorios, anunciando que abandonaría el poder en 2012 para después retractarse y anunciar un proceso de transición, es tal la situación en Yemen que de un modo u otro su régimen ya puede darse por finalizado.
No muy lejos de Yemen o Siria, Israel ha vuelto a la actualidad internacional por dos episodios violentos: la muerte de varias niños en Gaza por ataques israelíes y el atentado en Jerusalem que se ha cobrado una víctima. La escalada de los enfrentamientos entre el gobierno de Hamás en Gaza e Israel, con lanzamiento de misiles incluidos desde la Franja a territorio israelí, amenaza con un nuevo enfrentamiento a gran escala en un escenario, el de Oriente Medio, excesivamente caldeado. En Costa de Marfil los enfrentamientos entre partidarios del presidente Gbagbo y del opositor Ouattara continúan y la guerra civil en el país es ya una realidad. Por último en Japón, la situación en la planta nuclear de Fukushima sigue amenazando con un desastre nacional. El primer ministro Kan, cuya popularidad ha aumentado un 10% desde el terremoto, se enfrenta en las próximas semanas a unas elecciones locales, lo que podría ser un factor explicativo de la opacidad con la que el gobierno nipón está informando sobre la situación en Fukushima.
Esta semana los principales temas internacionales serán:
Siria. Las revueltas en Siria se han propagado en pocos días por casi todo el país, principalmente en las ciudades de Daraa, Latakia, y Homs. Durante la próxima semana veremos como evolucionan los acontecimientos y si la situación sigue el camino de convertirse en una nueva Libia o en cambio sigue el modelo de Egipto o Túnez.
Libia. Por ahora la zona de exclusión aérea ha permitido a los rebeldes libios reconquistar las ciudades orientales de Ajdabiya y Ras Lanuf. Sin embargo los enfrentamientos en la ciudad occidental de Misratah, en manos rebeldes, continúan y Gaddafi sigue controlando Trípoli y toda la parte centro-occidental del país. El traspaso a manos de la OTAN del control de la misión ha permitido que las tensiones entre los países de la coalición se calmen, por ahora.
Portugal. Con las elecciones anticipadas ya convocadas y una presión extrema en los mercados internacionales de deuda, Portugal próximamente deberá pedir la ayuda del FMI. A pesar de que el aún primer ministro portugués Sócrates ha desmentido que Lisboa esté al borde de la intervención por parte del FMI, los altos intereses que los especuladores internacionales demandan hace que la situación de Portugal sea insostenible. Esta semana veremos además como afecta la situación portuguesa a otros países también en el punto de mira de los especuladores como España o Italia.
Para cerrar el resumen recomiendo la película “Inside Job” en la que se explica cómo y porqué se produjo la crisis económica de 2008.
Que el terremoto que ha asolado el noreste de Japón va a marcar un antes y un después en la historia de Japón no es nada nuevo. Un desastre natural como este tendría tal impacto en la economía y sociedad de cualquier país del mundo que supondría un punto de inflexión para el Estado afectado. Si a esto añadimos una crisis política y una parálisis económica que dura décadas, Japón se encuentra sin ningún lugar a dudas en el fin de una etapa y comienzo de una nueva. Desde 1945 hasta la actualidad Japón se ha caracterizado por tener una economía potente, un sistema político muy particular, que bajo un aparente sistema democrático oculta una compleja red de intereses burocráticos e industriales, y una escasa presencia diplomática y militar. En la órbita de Washington desde que el país capitulase ante las fuerzas aliadas en agosto de 1945, Tokio siempre se ha situado en un segundo plano en los asuntos internacionales, incluso durante la Guerra Fría. Impopular en Asia por su pasado imperialista y las atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial, a partir de 1947 Japón centró su atención en aquello que mejor sabía hacer desde la industrialización del país durante la Era Meiji, construir una potente economía. Desbancando incluso a la URSS, Japón ocupó el segundo puesto en el ranking de las mayores economías del mundo durante décadas. Aún con un estancamiento económico y períodos contínuos de recesión desde 1991, no ha sido hasta el año pasado que el país asiático ha perdido el puesto de segunda economía del planeta, para cedérselo a su histórica rival China.
En el plano político Japón, a pesar de haber adoptado el sistema democrático liberal tras la Segunda Guerra Mundial, ha desarrollado un modelo sui generis basado en la primacía política del partido Liberal Democrático, de tendencia conservadora, y en el control del proceso político por parte de una potente burocracia estatal, influenciada a su vez por los grandes grupos industriales que controlan la economía nipona. Con un sistema de partido hegemónico, y por tanto estable, se podría suponer que surgirían fuertes personalidades políticas con una gran influencia en el panorama internacional. La realidad sin embargo ha sido muy diferente. A pesar de tener un sistema donde es prácticamente el mismo partido el que gobierna desde hace décadas, el partido en sí, en este caso el Liberal Democrático (LDP), presenta numerosas tendencias ideológicas y facciones personalistas en lucha por dominar el conjunto del grupo político. Esta atomización interna ha tenido dos consecuencias; la gran inestabilidad de los gobiernos del Partido Liberal Democrático, con continuos cambios de gobierno y primer ministro según se formaban nuevos equilibrios internos, y el surgimiento de nuevos partidos políticos nutridos por desafectos del LDP, que con el tiempo han sabido organizarse como alternativa política. Desde 1947 se han sucedido 30 primeros ministros y 49 gobiernos, la gran mayoría del LDP, lo que no ha ayudado en absoluto a que Japón tenga una voz política clara y contundente en el mundo.
Diplomáticamente hablando, Japón no ha podido definirse más allá de su papel de segunda potencia económica y como fiel aliado de los EEUU. La inestabilidad política inherente al sistema japonés no ha ayudado, pero otros factores también han impedido que el país nipón se perfilase como una potencia en Asia u otras partes del planeta. La principal causa ha sido la pesada herencia de la Segunda Guerra Mundial. El recuerdo del sangriento dominio japonés en algunas zonas de Asia durante la Guerra Mundial e incluso antes ha supuesto un auténtico cortapisas para Tokio a la hora de establecer relaciones fluidas con muchos países del continente asiático. En Corea del Sur, a pesar de compartir el mismo sistema político y económico y una alianza militar con los EEUU, la imagen de Japón sigue recordando a las masacres del ejército nipón durante las primeras décadas del siglo XX. En China, Vietnam o Indonesia el recuerdo de estos oscuros episodios del dominio japonés fueron vitales a la hora de aislar a Tokio durante décadas. El papel secundario de Japón durante la Guerra Fría queda plasmado en la nula participación del país en las organizaciones regionales creadas durante estos años o en los conflictos surgidos en el continente, a pesar de ser la principal potencia económica asiática durante el periodo.
Logo del Partido Liberal Democrático
Este papel más bien forzado de Japón durante décadas, el ser un gigante económico pero un enano político y militar, empezó a entrar en crisis en los 90. Para un país cuya razón de ser desde 1945 había sido el desarrollo de una potente economía, la entrada en recesión a partir de 1991, por el estallido de la burbuja inmobiliaria y financiera, supuso un auténtico terremoto para la conciencia nacional nipona. A partir de entonces el sistema japonés, caracterizado por ser una potencia económica bajo el dominio del partido Liberal Democrático, comenzó a quebrarse poco a poco. A pesar de continuar ocupando la segunda plaza como potencia económica mundial, sólo por detrás de EEUU, Japón quedó rezagada del resto de países durante los años 90. En 1993 por primer vez desde 1948 el primer ministro no procedía de las filas del partido Liberal Democrático, aunque sí de un partido surgido de descontentos del LDP, el Japan New Party. Aunque de nuevo bajo la batuta de los conservadores a partir de 1996, la crisis del sistema continuaría. La Guerra contra el Terrorismo supuso para Tokio la primera oportunidad de participar en operaciones militares fuera de sus fronteras. George W. Bush, deseoso de contar con una alianza lo más amplia posible, permitió la participación del ejército japonés en la pacificación de Irak tras la Guerra de 2003. Prohibido por su Constitución, redactada por diplomáticos y militares norteamericanos que temían un renacer del militarismo japonés, Tokio pudo por fin utilizar su ejército para lograr una mayor presencia diplomática en el escenario internacional. Japón poco a poco se desembarazaba de las consecuencias de la derrota del 45.
Pero no será hasta 2006 que Japón se encuentre ante la evidencia de que su sistema y su papel en el mundo van a ser muy diferentes durante las siguientes décadas. En septiembre de 2006 dimitió Junichiro Koizumi, uno de los primeros ministros más populares desde el estallido de la crisis económica japonesa en 1991. En tan sólo tres años se sucederán en el poder tres primeros ministros, Shinzo Abe, Yasuo Fukuda y Taro Aso, todos del mismo partido, el conservador LDP. Mientras tanto la República Popular China no sólo comenzaba a ser una amenaza real tanto política como militar para Japón, sino que además empezaba a escalar posiciones y se colocaba como tercera potencia económica del mundo, muy cerca del país nipón. En medio de una crisis de identidad cada vez más latente, el 30 de agosto de 2009 se produjo un vuelco electoral de proporciones históricas. Por primera vez desde 1993 y por segunda vez desde 1949 el LDP fue vencido en las urnas. El partido del sistema tan sólo consiguió un 26,7% de los votos frente al centrista y opositor Partido Democrático que consiguió el 42,4%. El partido ganador, creado en 1998 entre desafectos del LDP y partidos de la oposición, pasó a controlar las dos cámaras legislativas.
Durante los siguientes años la crisis política y sistémica ha seguido su camino. El Partido Democrático ha sufrido los mismos problemas que el LDP y se ve sacudido por rivalidades internas. Además Japón ha comenzado a sufrir las duras consecuencias de la crisis económica internacional. El 8 de junio de 2010 el primer ministro Yukio Hatoyama dimitió debido a su impopularidad entre la población y su incapacidad de manejar las desastrosas consecuencias de la crisis financiera internacional. Le sustituyó Naoto Kan, también del Partido Democrático. Durante el año 2010 Japón ha sido sacudida por todo tipo de males. Las crisis económica internacional se ha cebado con Japón, aún en proceso de recuperación de la crisis de los noventa. El déficit presupuestario se ha situado en un alarmante 10%. Además durante el año 2010 todos las instituciones económicas han confirmado lo que ya se esperaba tarde o temprano; China superaba a Japón y se colocaba como segunda potencia económica mundial. Durante el resto de 2010 la incapacidad del gobierno de Naoto Kan para mejorar la situación económica se ha sumado a los desastres. diplomáticos con China y los EEUU. Buscando una política exterior multivectorial, el gobierno de Kan optó por un acercamiento a Pekín, provocando un enfriamiento de las relaciones con Washington. Pero el encontronazo entre China y Japón por la mutua reivindicación de algunas áreas del Mar de China, que causaron a finales de 2010 una grave crisis diplomática entre ambos países, ha supuesto el abandono de esta nueva línea de la política exterior, no sin antes haber manchado las tradicionalmente impolutas relaciones con los EEUU. La adquisición de armas nucleares por parte del régimen norcoreano también ha supuesto desde 2006 una amenaza de primer grado para Japón.
Logo del Partido Democrático
Durante la mañana del 11 de Marzo de 2011 por tanto parecía que la crisis japonesa no podía ir a más. Japón había perdido el orgullo de ser la segunda economía mundial frente a su principal rival geoestratégico, en los últimos 5 años había tenido 6 primeros ministros y se hallaba en un entorno peligrosamente conflictivo con una potencia vecina en pleno auge (China) y un estado rebelde con armas nucleares (Corea del Norte). Un país que además había sufrido una recesión económica cuya recuperación estaba siendo frustrada por la enorme deuda pública que el estado había acumulado durante las dos últimas décadas y que doblaba su PIB. Pero el desastre final aún estaba por llegar.
Horas antes de que el terremoto y el tsunami se produjesen el gobierno del primer ministro Kan parecía tener los días contados. Con una popularidad del 20% Kan se encontraba al borde de la dimisión o de la convocatoria de elecciones anticipadas. Tan sólo 4 días antes el Ministro de Asuntos Exteriores, Seiji Maehara, había tenido que dimitir por recibir donaciones ilegales (en este caso de una ciudadana extranjera, surcoreana, prohibido en Japón). Además el control de la Cámara Alta por parte del partido de la oposición, el LDP, amenazaba con bloquear la aprobación del presupuesto del gobierno Kan para el período 2011-2012. El poco margen de maniobra del primer ministro en la economía, debido a la ya astronómica deuda pública japonesa (200% del PIB), dejaba en evidencia el desastroso estado de la contabilidad nacional. Tras más de 20 años de crecimiento bajo o nulo en 2011 la economía japonesa se esperaba que creciese un mísero 1,7%. Años de bajos impuestos y derroche por parte del Estado han llevado a Japón a una situación muy peligrosa y al borde del colapso financiero. El país se ha salvado por ahora del castigo de los mercados debido a que, al contrario que en Europa, la mayoría de la deuda pública es comprada por los propios ciudadanos japoneses y no por los mercados internacionales.
El terremoto y el tsunami de 2011, más allá de las consecuencias humanas y materiales, supondrán para Japón el simbólico fin de una era. Una etapa caracterizada por ser la segunda potencia económica, ocupar un segundo plano en la diplomacia mundial y estar gobernada por un partido hegemónico, el LDP. A partir del 11 de marzo Japón se verá empujado a desempeñar un nuevo papel en las relaciones internacionales, no sólo por su propia evolución interna, sino por los grandes cambios en el contexto internacional.
Pocos son los ejemplos en la historia de una potencia económica que no acabe por desarrollarse como potencia diplomática y militar. Japón y Alemania podrían ser, si no los únicos ejemplos, sí los más claros. Pero estos ejemplos son más artificiales que reales; durante décadas tanto Japón como Alemania han sufrido la limitación de sus actividades diplomáticas y militares tanto por la contención de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial como por el propio complejo histórico por las actividades cometidas en el pasado. Pero 1945 ya queda muy lejos y EEUU, ante un auge de las potencias emergentes, necesita una Alemania y un Japón implicados en los asuntos internacionales. Si Alemania ya logró cierto margen de maniobra a partir de la reunificación y actualmente goza de plena autonomía diplomática (lo que quedó patente la semana pasada con su abstención en el Consejo de Seguridad en la votación por la zona de exclusión aérea de Libia), Japón aún no ha dado el paso. Pero las circunstancias le van a empujar a ello por tres factores. La economía ya no puede servir como eje principal del ímpetu nacional japonés ya que la carrera la ha ganado definitivamente Pekín. Por otro lado el surgimiento de China como potencia regional empujará a Japón, tradicional contrapeso geopolítico, a desarrollar un ejército capaz de disuadir la amenaza china y una diplomacia capaz de crear una zona de influencia que agrupe a países recelosos de la nueva potencia. Por otro lado el progresiva debilitamiento de la influencia de EEUU en la zona creará un vacío de poder que será aprovechado por Japón, coordinando a los tradicionales aliados de Washington en la región (Taiwan, Corea del Sur, Filipinas, Tailandia). En el plano interno las consecuencias de la crisis económica y la amenaza exterior china supondrán, a medio plazo, el aumento del sentimiento nacionalista tanto en la política como en la sociedad niponas.
Los años que van desde 1947 hasta 2011 se verán con el paso del tiempo como un paréntesis o anomalía en la historia japonesa. Desde su surgimiento como potencia a finales del siglo XIX Japón ha sido un país fuertemente nacionalista y expansionista. La presencia de una China que amenace su propia supervivencia no sólo avivará estos sentimientos nacionalistas en Japón, sino que llevará a canalizar gran parte del esfuerzo japonés hacia la afirmación del país como potencia política y militar. En un mundo cada vez más orientado hacia el continente asiático Japón está llamado a cumplir un papel de primer orden en el nuevo sistema internacional que poco a poco se está dibujando.
“From the Halls of Moctezuma, to the Shores of Tripoli, we fight our country's battles in the air, on land and sea” (Desde las Puertas de Moctezuma hasta las orillas de Trípoli, luchamos las batallas de nuestra patria, por aire, tierra y mar). De este modo comienza el himno oficial del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos. Sorprende la alusión a Trípoli, capital de Libia, en un himno con casi dos siglos de historia. Pero no es una mención casual o fruto de la mente de un compositor visionario. Hace 210 años la recién creada flota estadounidense se encontraba bloqueando el puerto de Trípoli como parte de un conflicto que había enfrentado a la joven república americana con el Bey de la ciudad libia. Sería el primer capítulo de las complicadas relaciones entre los EEUU y Libia, que han cobrado en la actualidad una magnitud de primer orden. Después de 200 años de desencuentros, conflictos y acercamientos la historia ha llevado, paradójicamente, a estos dos países al mismo punto inicial. Si la guerra contra el Bey de Trípoli en 1801 supuso el inicio de la presencia militar norteamericana en el Mediterráneo, el conflicto actual contra la Libia gaddafista puede suponer el principio del fin de esta presencia.
Las relaciones diplomáticas entre los EEUU y Libia han sido por lo general malas y, no en pocas ocasiones, han habido enfrentamientos militares entre los dos países. A pesar de que las circunstancias internacionales han cambiado durante los dos siglos que separan la guerra entre los EEUU y el Bey de Trípoli de 1801 y la actual campaña militar contra Gaddafi, el teatro de operaciones sigue siendo el mismo y ni Washington ha renunciado a mantener su presencia naval en la zona, ni Libia a resisitir a la presión militar norteamericana. Si en 1801 era Trípoli quién se pavoneaba de su poderío naval gracias a la formidable flota pirática que amenazaba a todo el Mediterráneo Occidental, hoy es EEUU quien hace gala de su potente Sexta Flota. Si hace 200 años EEUU contaba con el apoyo de España, Reino Unido, Francia o el Reino de las Dos Sicilias (sur de Italia), contra los piratas tripolitanos, hoy también cuenta con los mismos aliados. Pero mientras que el escenario y los actores son los mismos, las causas son diferentes; entre 1801 y 2011 son muchos los cambios que afectarán a la conflictiva relación entre EEUU y Libia.
Buque estadounidense Philadelphia ardiendo en Trípoli
En 1801 Libia no existía, el país se inventaría años después durante el dominio colonial italiano de la región. En 1801 la actual Libia estaba compuesta por una estrecha franja costera de Estados piráticos bajo la virtual soberanía del Sultán Turco. El más importante de ellos era el estado de Trípoli, actual capital de Libia y núcleo del poder de Gaddafi. El Bey de esta ciudad controlaba la costa Occidental de la actual Libia, la Tripolitana y de facto llevaba a cabo una política autónoma e independiente de Estambul. Trípoli, junto a Túnez, Argelia y el sultanato de Marruecos, habían aterrorizado el Mediterráneo durante siglos por sus actividades piráticas. Ya en 1510 el rey Carlos I de España y Emperador de Alemania había ocupado la ciudad de Trípoli para frenar los ataques de los piratas berberiscos a las costas españolas e italianas. A finales del siglo XVIII la recién independizada república americana también comenzó a sufrir los ataques de los piratas norteafricanos a sus barcos en el Mediterráneo. Al igual que a los países europeos, los estados del Norte de África solicitaban un impuesto a Washington para que sus ataques cesaran. Mientras que Francia o España recomendaron a Washington pagar el impuesto y el rescate por los estadounidenses capturados por los piratas, el recién nombrado presidente Thomas Jefferson aprovechó la oportunidad para demostrar la fuerza de su recién creada flota. En 1801 comenzó la guerra que enfrentaría a EEUU con Trípoli. La guerra se extendería hasta 1805 periodo durante el cual ninguno de los dos bandos se impuso. No fue hasta que varios marines norteamericanos ayudados por mercenarios griegos, árabes y bereberes capturasen la ciudad tripolitana de Derna tras una campaña terrestre desde Egipto en 1805, que la guerra terminó. La Primera Guerra Berberisca supondría para EEUU el impulso definitivo para del desarrollo de una fuerza naval potente y el primer ensayo de una intervención militar más allá del Atlántico.
Durante el resto del siglo XIX no hubo más conflictos serios entre Trípoli y los EEUU. En 1911, en plena descomposición del Imperio Turco, la República italiana invadió Trípoli y las regiones adyacentes de la Cirenaica y Fezzan. En 1934 Italia agrupó las tres regiones bajo la denominación de Libia. Durante la 2ª Guerra Mundial Libia sería el escenario de numerosas batallas entre el Eje y los aliados. En 1943 los aliados capturaron Trípoli expulsando a los italianos y alemanes del Norte de África. Los estadounidenses ocuparon la base aérea de Mellaha o Wheelus, a las afueras de Trípoli, que desde entonces estaría controlada por las Fuerzas Aéreas de EEUU. Por segunda vez durante la corta historia de los EEUU, tropas norteamericanas estaban desplegadas en la Tripolitana. Pocos años después, en diciembre de 1951, Libia lograba la independencia bajo la forma de una Monarquía. EEUU fue uno de los países que más había presionado en la ONU para que esto sucediese.
1969 supuso un punto de inflexión en las relaciones entre Washington y Trípoli. Si desde la independencia ambos países habían disfrutado de muy buenas relaciones, debido sobre todo a la importancia geoestratégica de Libia, a la presencia militar estadounidense en la base de Wheelus y al descubrimiento de petróleo en el país en 1959, a partir de 1969 todo cambió. En septiembre de ese año el coronel Gaddafi llevó a cabo un exitoso golpe de Estado y derrocó al rey Idris. El anti-occidentalismo del nuevo líder libio empeoraría las relaciones hasta el punto de que en 1972 Washington retiraría a su embajador. Dos años antes los EEUU habían sido obligados a abandonar la base aérea de Wheelus. En 1979, al calor de la revolución iraní y la crisis de los rehenes de la embaja norteamericana en Teherán, la embajada de EEUU en Trípoli fue asaltada. Washington respondió cerrando la embajada y añadiendo al régimen de Gaddafi a la lista de países patrocinadores del terrorismo.
La década de los 80 supondrá la época más conflictiva de las relaciones entre Libia y EEUU desde 1805. Los estrechos lazos de Trípoli con Moscú y el apoyo de Gaddafi a la causa palestina y al terrorismo internacional complicará todavía más la situación. Durante esta década la rivalidad entre ambos países los colocaría al borde de la guerra en varias ocasiones. En 1981 dos cazas libios fueron derribados en el Golfo de Sirte por aviones de EEUU. En 1986 varios buques navales estadounidenses fueron atacados por misiles libios. En respuesta los EEUU hundieron dos patrulleras libias y atacaron una base militar en Sirte. En abril de 1986 se produjo el ataque más mortífero. Ese mismo mes dos soldados norteamericanos murieron en un atentado en la discoteca La Belle en Berlín Occidental. Se atribuyó el acto terrorista a agentes de Gaddafi y Reagan, presidente de EEUU por entonces, respondió con el bombardeo de Trípoli y Bengazi. En 1988 agentes libios explotaron un avión de la Pan Am, con 180 nacionales de EEUU, mientras sobrevolaba el pueblo escocés de Lockerbie en dirección a Nueva York. Centrado en las acciones militares en el Golfo contra Saddam Hussein, el presidente George Bush optará por impulsar sanciones económicas en la ONU contra Libia. Durante la década de los 90 la situación será de calma tensa y el régimen de Gaddafi sufrirá las sanciones económicas aplicadas por EEUU y la ONU y el aislamiento internacional.
La invasión de Irak y el derrocamiento de Saddam Hussein en 2003 suponen el comienzo de una nueva era en las relaciones libio-estadounidenses. Temeroso de compartir el mismo destino que el dirigente iraquí, a partir de 2003 Gaddafi intentará mejorar sus muy dañadas relaciones con EEUU. Washington y el resto de países occidentales se mostrarán muy por la labor de olvidar el pasado de Gaddafi, ya que las grandes reservas de petróleo libio eran demasiado jugosas. Durante 2003 Libia anuncia el pago de reparaciones económicas para las familias de las victimas del atentado de Lockerbie y el demantelamiento de su programa de armas de destrucción masiva. El Consejo de Seguridad de la ONU respondió a estas medidas con el levantamiento de las sanciones a Trípoli, con el apoyo entusiasta de Tony Blair, primer ministro británico, y la cómplice abstención de los EEUU de George W. Bush. En 2004 Washington eliminó la mayoría de sanciones contra Libia. En 2006 los EEUU reabrieron su embajada en Trípoli, cerrada desde 1979 y borraron a Libia de la lista de países patrocinadores del terrorismo. En septiembre de 2008 la Secretaria de Estado Condolezza Rice visitó Libia.
Buque de los EEUU bombardeando Libia en 2011
En menos de una década Trípoli y Washington pasaron de enemigos acérrimos a socios energéticos y aliados en la lucha contra Al Qaeda. Obviando el carácter dictatorial de su régimen y el apoyo de Gaddafi a numerosos grupos terroristas, los EEUU han preferido tener acceso a las grandes reservas petrolíferas libias y olvidar las discrepancias del pasado. En 2011 la situación ha vuelto a cambiar; Obama ha apoyado a Francia y Reino Unido en la organización de una operación militar para frenar el avance militar de Gaddafi contra los rebeldes, enfrentados al régimen y que desde hace varios días tan sólo controlan la Cirenaica, región Oriental de Libia. 210 años después los buques norteamericanos vuelven a bombardear Trípoli. En 1801 los EEUU demostraban por primera vez al mundo que contaban con la fuerza naval suficiente como para intervenir más allá de su zona de influencia. En 2011 Washington quiere seguir demostrando lo mismo, pero endeudados por la crisis económica y por las campañas militares en Irak y Afganistán, los EEUU probablemente no podrán mantener su presencia militar en Libia por mucho tiempo.
Semanas e incluso meses después del primer estallido revolucionario en Túnez, el mundo árabe sigue copando la actualidad de la política internacional. Si hasta entonces se trataba de un conflicto regional, a partir de la aprobación de la Resolución 1973 por el Consejo de Seguridad de la ONU el pasado 17 de marzo, la guerra civil Libia ha adquirido carácter internacional. De fondo, la comunidad internacional está en alerta ante la posibilidad de un desastre nuclear en Japón.
En un discreto segundo lugar durante las negociaciones y posterior puesta en marcha del bloqueo aéreo de Libia, Obama ha centrado esta semana su atención en la gira por Latinoamérica que durante 5 días le llevará a Brasil, El Salvador y Chile. Washington, consciente del nuevo papel que Brasil representa en el equilibrio político regional, busca estrechar las relaciones políticas y económicas con el gigante latinoamericano. Pero Brasil está destinada a llevar a cabo una política exterior autónoma y multivectorial, beneficiándose de los importantes lazos político-económicos de los que disfruta con las principales capitales latinoamericanas, y las fructíferas relaciones comerciales que ha entablado durante los últimos años con China. La no-visita de Obama a Argentina en su gira por Latinoamérica es una muestra más de las turbulentas relaciones de Washington con la presidenta Cristina Fernández de Kichner y la pérdida de peso regional de Buenos Aires. En Haití, mientras tanto, la llegada del ex-presidente Bertrand Aristide, en el exilio desde que fuese expulsado del poder por la fuerza en 2004, ha añadido más tensión a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales celebradas el 20 de marzo.
El 17 de marzo el Consejo de Seguridad aprobaba la resolución 1973 que permitía el bloqueo aéreo de Libia e incluso ataques militares a cualquier objetivo que supusiese una amenaza para la población. La resolución llega sospechosamente tarde, probablemente de forma intencionada ya que cuanto más desesperada era la situación de los rebeldes en Bengazi, mayor era el apoyo popular en Occidente a una intervención militar. La negociación diplomática y la posterior puesta en marcha de la operación militar ha sido liderada por Francia y Reino Unido. Tanto Sarkozy como Cameron sufren unas cotas muy bajas de popularidad y buscan con esta campaña militar alcanzar un mayor apoyo electoral. El irrisorio 19% de los votos de la UMP, partido conservador del Presidente Sarkozy, en las elecciones cantonales francesas supone una clara advertencia de cara a las elecciones presidenciales de 2012. España e Italia no han tardado en sumarse a la coalición internacional, también buscando un mayor apoyo popular ya que tanto Zapatero como Berlusconi se enfrentarán próximamente a unas elecciones con las encuestas en contra. Alemania ha optado por no apoyar el bloqueo aéreo y se ha abstenido en el Consejo de Seguridad. Merkel, que se enfrenta a varias elecciones regionales durante esta semana, no ha querido alterar su ya dañado apoyo popular entre el tradicionalmente pacifista electorado alemán. La abstención en el Consejo de Seguridad de otras cuatro potencias: Brasil, Rusia, India y China, el BRIC, refleja el mundo que está por venir.
El mundo árabe sigue en estado de ebullición. Con el estancamiento de la revolución Libia muchos analistas hablaban del fin de la ola revolucionaria. Durante los últimos días la ola no sólo no se ha detenido, sino que ha crecido. La intervención internacional en favor de los rebeldes en Libia supone abrir un nuevo capítulo y avivar las revoluciones en otros puntos del mundo árabe-musulmán. El aparente éxito de Gaddafi erradicando violentamente a la oposición rebelde, ha supuesto un ejemplo en otros países. En Siria, el régimen ha aplacado violentamente las manifestaciones más serias a las que se ha enfrentado Damasco desde el inicio de las revoluciones árabes. Arabia Saudí, que ya ha comenzado a sufrir episodios de rebelión popular, teme que las revoluciones triunfen en países limítrofes como Yemen o Bahrein. En Yemen, el presidente Saleh ha perdido el apoyo de parte del ejército y de la principal tribu del país, sobre todo debido a la violenta represión contra los manifestantes, que se ha saldado con decenas de víctimas. En Bahrein la situación ha dado un giro de 180 grados. Probablemente presionado por Arabia Saudí, el rey bahrení Hamad ibn Isa al Khalifa ha permitido la entrada de tropas extranjeras en su territorio para aplacar las protestas. El grueso de este ejército lo forman soldados de Arabía Saudí lo que podría indicar que la situación en Bahrein se encuentra bajo el control de Riyad. En Egipto mientras tanto, un 77% de los votantes ha apoyado la reforma constitucional en el referéndum convocado el día 19 de marzo.
Al margen de las revueltas en los países árabes, otros asuntos internacionales de primera magnitud han sido el posible desastre nuclear en Fukushima, Japón, o el peligro de guerra civil en Costa de Marfil donde el presidente Laurent Gbago se resiste a aceptar la victoria en las elecciones presidenciales del pasado 28 de noviembre de 2010 de su rival Alassane Ouattara.
Esta semana los principales temas internacionales serán:
Yemen. Con la defección de parte del ejército, es probable que en pocas horas o días el presidente yemení Alí Abdullah Saleh deje la jefatura del Estado. La victoria de la revuelta en Yemen podría desestabilizar el país y toda la región. Desde hace años el gobierno yemení se enfrenta a la presencia de Al Qaeda en algunas zonas, al movimiento separatista en la región sureña de Adén y a la insurgencia chií al norte. La vecina Arabia Saudí, también amenazada por la situación en Bahrein y posibles revueltas internas, sería el país más afectado por la situación en Yemen.
Libia. Durante esta semana veremos si el bloqueo aéreo de Libia será suficiente para que los rebeldes puedan reanudar su avance hacia Trípoli o si la situación se estanca y es necesario llevar a cabo otro tipo de medidas más efectivas pero con un mayor impacto diplomático.
Alemania. Merkel se enfrenta en tan sólo 7 días a 3 elecciones regionales que podrían decidir el futuro de la Canciller. Según los resultados que coseche la conservadora CDU, el partido de Merkel, se podrían convocar elecciones anticipadas o no. La primera de las elecciones regionales se produjo el 20 de marzo en el länder de Saxony-Anhalt, gobernado por una coalición entre la CDU y los socialdemócratas del SPD. La CDU ha cosechado un 32,5% de los votos, no muy lejos del 36,2% del año 2006. En cambio el FDP, partido de tendencia liberal que gobierna en coalición con la CDU, ha sufrido una importante pérdida de votos en esta región, pasando del 6,7 al 3,8%, lo que amenaza la continuidad de los liberales en el gobierno federal. El próximo 27 de marzo se celebrarán elecciones en las regiones de Baden-Württemberg y Rhineland-Palatinate.